25 septiembre, 2013

sahara

Para mí, éste es el más bello y el más triste paisaje del mundo (...)
Antoine de Saint-Exupéry





Nuestra primera visión del Sahara fue desde el cielo. Un mundo poblado por dunas y el inicio de un camino que desconocíamos. Llegábamos a Laâyoune, capital de Sahara Occidental, territorio no autónomo de África, actualmente ocupado por Marruecos.

Las impresiones sobre Laâyoune son variables y complejas.
La principal razón para partir desde esta ciudad estuvo ligada a ese aparente no lugar, perteneciente y no perteneciente, el espacio en resistencia. Los pobladores se dividen en opiniones o bajan la voz para hablar del tema territorial.

Aquí un fragmento del ensayo de Mariavy García, sobre este territorio:

Hace 35 años, la población saharaui huyó de su país, las mujeres con sus hijos y ancianos en busca de algún lugar donde pudieran asegurar sus vidas, a causa de la fatídica marcha verde realizada por los marroquíes y mauritanos, animada por España (un factor decisivo para que los saharauis vivan y sigan hoy en día en el desierto argelino). En el Sahara Occidental dejaban a sus maridos y algunos familiares que no pudieron escapar de aquello, una guerra sin piedad por ocupar un territorio que no pertenece a nadie más que a ellos, los saharauis, siempre movido por lo mismo; riqueza, lo que hace que este mundo se mueva en función de los intereses de los más poderosos...
Actualmente, el Sahara está dividido en dos: Sahara ocupado por los marroquíes (donde los saharauis que viven allí no pueden salir de esa tierra) y Sahara liberado donde no hay nada, poco más que algunas ciudades y lugares donde los saharauis refugiados se pasan algunas temporadas. Estas dos partes las divide un muro, el muro de la vergüenza es como se llama, y vergüenza es lo que supone, la mejor palabra para ello, ya que está rodeado de otros muros con alambres electrificados y minas, minas que no dejan pasar ni salir del territorio...


El ensayo completo puede leerse pulsando aquí

La historia y las circunstancias de las ocupaciones, desplazamientos, muros y demás elementos parecen tan cercanas a lo que ocurre y ha ocurrido en el continente americano. Una relación muy estrecha y una distancia enorme.

Nos quedamos por tres días en la ciudad. Emprendimos largas caminatas de un lado a otro, todo, absolutamente todo llamaba nuestra atención, y nuestro aspecto foráneo llamaba la atención de todos. El segundo día, un hombre se dirigió a nosotros en perfecto español, después de preguntar nuestro origen nos invitó a que visitáramos su casa al siguiente día, cosa que hicimos.

En casa de Aboulfadl Abdessamad fuimos recibidos como parte de la familia, su esposa nos llevó al desierto y al puerto, nos explicó sobre la caminata incesante de las dunas y cómo es que algunas de ellas cantan, las voces de los espíritus Djinns.

Las dunas que cantan a veces llenan el aire con los sonidos de toda suerte de instrumentos musicales, y también con el ruido de tambores y de choque de las armas.
Marco Polo

En casa nos prepararon alimentos (Tajín, plato habitual de la cocina Magrebí), tomamos té verde y hablamos varias horas. Aboulfadl platicaba en español, su esposa e hijos solamente en árabe, sin embargo, nos comunicamos entre todos sin entender cómo. Verdaderamente fue como haber vuelto a casa, una constante que comenzaba y se repetiría en el resto del recorrido africano. Conversamos de la situación política e histórica del territorio, las migraciones y la vida. Horas más tarde, ellos mismos nos trasladaron a la estación de autobús, se quedaron esperando hasta que partimos. Fue suficiente un día para crear una fuerte conexión con esta familia y con la tierra misma.

Desde aquí inició el camino, en el otro lugar.

Gracias a Aboulfadl Abdessamad y familia.

Fotografía por Guillermo Santillana
Sahara Occidental