En realidad, me digo, le digo, somos de cualquier lugar del mundo.
O de ninguno.
Clara Obligado
A unas horas de haber salido de Laâyoune, el autobús se detuvo en la ciudad de Tarfaya, situada en la costa atlántica. El lugar al que bajamos era un restaurante para viajeros. El olor intenso del desierto se mezclaba con el de la variedad de alimentos. El cielo dejaba ver una población de millones de estrellas y una que otra embarcación alumbraba en la lejanía del océano oscuro.
El viaje en autobús desde Laâyoune hasta Marrakech duró 18 horas.
Fotografía por Jorge Díaz
Fez