Desde ningún lugar y desde varios a la vez.
El camino parece volver, parece repetirse, con todo y el retumbo de la bestia.
Cruzar hacia México es retroceder un año, partir a la misma hora y el mismo día. Somos perseguidos por los pasos anteriores o simplemente no hemos dejado de andar. El tiempo desentraña las huellas.
Tres días, tres continentes.
América. Partimos de Guatemala el 19 de septiembre, un día entero para transitar carreteras y cielos. Las bicicletas de la frontera cruzan a México, colmadas de equipaje. Horas de espera en el aeropuerto de Tapachula, horas de espera en el aeropuerto del Distito Federal. Pasada la media noche, sobrevolamos territorio canadiense.
Europa. Por la tarde del día 20 de septiembre llegamos a Ámsterdam. Reorganizamos maletas y descansamos. La noche es larga y es corta. El mundo cambió.
África. El estrecho de Gibraltar parece minúsculo desde el aire, aunque guarda millones de historias. La inmensa costa africana aparece. Es 21 de septiembre cuando llegamos a Casablanca, Marruecos. Más horas de espera en aeropuerto. El último avión nos lleva al desierto, arena sin fin, un espectáculo de dunas y sombras cuando el sol casi se esconde en el horizonte. Al final del tercer día aterrizamos en Laâyoune, Sahara Occidental. La mitad del desierto, el punto de partida del nuevo recorrido hacia el norte. El mundo volvió a cambiar, rotundamente.
Imagen de Chris Kenny